DESPEDIDA





Te fuiste tan deprisa

que no me dio ni tiempo de decirte un adiós.
Ni tiempo de besarte,
ni tiempo de entregarte un pequeño recuerdo
para reconocerte,
para poder hallarte entre los que se fueron
y perdieron su rostro,
para recuperarte
para desanudarte la pesada mordaza
que supone el olvido,
y volver a tenerte
y volver a estrecharte,
volver a hablar contigo con los ojos del alma
sin precisar palabras.


Te fuiste tan deprisa
que parece mentira que ya no estés aquí,
que no estés escondida en un simple destello,
disfrazada de encina
u oculta entre la niebla del nuevo amanecer,
desmigada en las cosas,
disuelta en los sonidos,
brillando en la pupila de algún niño
o en el pujante brote de los bulbos en flor.

Te fuiste tan deprisa,
tan rauda fue tu huida,
que empiezo a sospechar 
que fingiste tu marcha para poder quedarte,
para así entronizarte,
para perpetuarte viva en nuestro interior.

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