LA NOCHE


He hablado con la noche y me ha contado
que no aguanta las sombras.
Se ha vestido de luna pues es muy reservada
y supone una fiesta para ella
el hacer confidencias.

Me ha dicho que la luz la sobrevive
aunque ella no la vea
y que en el plenilunio borra la oscuridad
en que se encuentra inmersa.

Se ha colado en los sueños de durmientes.
Muchos son pesadillas presididas
por cristos torturados desde sus crucifijos.
Arropa a las hetairas con pálidos neones
y reparte cartones
para hoteles de infinitas estrellas.

Dice que también charla con borrachos
y con desesperados que se asoman
a pretiles sin fondo.
Enjuga alguna lágrima tan negra como asfalto
y premia con orgasmos y con llantos de niños
a parejas insomnes que aguardan la mañana.

Y esta última palabra ejecuta la magia
y la luz desvanece a la noche perpleja.
Mientras huye al oeste me grita con voz ronca
que la espere, que vuelve,
que sólo en la negrura más profunda
valora el invidente la claridad ansiada.




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