LA UTOPÍA



           Me ha salido al encuentro la Utopía
 ataviada con sus mejores galas.
 Ha sido harto difícil conversar con ella, 
tiene muchas lagunas respecto a la semántica. 
No sabe hablar de hambre ni injusticias,
no entiende esas palabras.
 Desconoce lo que es la polución 
y cree que es obligado hablar con el vecino 
mirándole a los ojos. 
Le he hablado de la guerra
 y me contesta que es cosa superada, 
hundida entre las brumas de un pasado obsoleto.
            
            Me dice que las puertas deben estar abiertas, 
que sólo hay que cerrarlas 
a los que ponen precio a la sonrisa. 
Me asegura que no son necesarias las maletas, 
que besos y caricias no ocupan mucho sitio, 
que no hay que tener miedo del futuro 
ni del frío en invierno, 
que el agua se desborda de las fuentes 
y que la gasolina es el nombre que han dado a las tinieblas.


        Me coge de la mano 
y quiere conducirme hasta su mundo 
allende el horizonte. 
Yo no quiero seguirla. 
Le digo que es preciso que yo encuentre la ruta
 sin precisar ayuda o lazarillo.

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