GABRIEL GARCÍA MÁRQUEZ



           ... el drama del desencantado que se arrojó a la calle desde el décimo piso, y a medida que caía iba viendo a través de las ventanas la intimidad de sus vecinos, las pequeñas tragedias domésticas, los amores furtivos, los breves instantes de felicidad, cuyas noticias no habían llegado nunca hasta la escalera común, de modo que en el instante de reventarse contra el pavimento de la calle había cambiado por completo su concepción del mundo, y había llegado a la conclusión de que aquella vida que abandonaba para siempre por la puerta falsa valía la pena de ser vivida.




            HE MIRADO CON OTROS OJOS

            Según la física cuántica, el espectador modifica lo observado. Lo leí hace tiempo y pensé que cabía la posibilidad de que estuviera mirando todo lo que me rodea a través de un espejo deformante, como esos que hay en las verbenas. Quizá saliendo de mi cuerpo podía intentar verme a mí misma incluida en lo observado. Me vería como una simple máquina, así lo creen los materialistas, o como un ser de luz, si tienen razón los que creen en la trascendencia de todo ser vivo. Empecé a obsesionarme con librarme por breves momentos de esta humana carcasa y hoy, nada más levantarme, he decidido experimentarlo cuanto antes.
             He buscado un lugar apartado, en medio de la naturaleza. No sabía qué problemas podía encontrar en medio del tráfico, por ejemplo. Estando fuera, ¿cómo controlas tu cuerpo? Él podía irse por ahí sin atender a razones y cruzar con los discos en rojo. Y a ver cómo vuelves a ocupar un cuerpo al que ha hecho puré un camión de reparto, pongo por caso. Tampoco debía haber gente ni tiendas. La carne es débil y se puede lanzar a los brazos del primer cachas que encuentre o entrar en una pastelería y atiborrarse de dulces sin pagar un céntimo. He escogido un altozano cercano a mi casa, que suele estar desierto. Allá abajo se ve la carretera y un poco más lejos las montañas cubiertas de nieve. Me he sentado en una peña, he cerrado los ojos y he intentado dejar la mente en blanco. El procedimiento - así me han asegurado los expertos - es incluirte en lo que observas, dar un pequeño paso atrás, y es lo que he hecho. No tenía mucha esperanza en conseguirlo, de entrada lo de dejar la mente en blanco me costó bastante. Comencé recordando lo feo que era mi tío Manolo, luego que había dejado la cama sin hacer, el canto de un pájaro cercano me impulsaba a abrir los ojos, me picaba la nariz, tenía frío, ¿habría alguien por allí intentando el mismo experimento?
           De pronto, sin darme cuenta, me encontré a unos pasos de mí misma. Aunque debo aclarar que esa "mí misma" era una silueta transparente, a través de la cual se veía el horizonte. Una playa luminosa había reemplazado a la carretera, habían desaparecido paneles publicitarios y postes eléctricos, y la paz lo invadía todo. En este universo recién descubierto no había sitio para el euro, primas de riesgo, banqueros o políticos corruptos.
            "Se está bien aquí. ¿verdad?", dijo una voz, o más bien resonó su eco entre nubes blancas que se entrelazaban dibujando imágenes y nombres queridos, sepultados en lo más profundo del subconsciente. La voz tenía un matiz infantil y comprendí que aquella pregunta también formaba parte de mi mente, de la niña que permanecía escondida en mi interior.
         Y en un presente sin tiempo he habitado en otro universo. Me he olvidado de mí, de toda la carga creada a lo largo de los años.
            Y he mirado con otros ojos. Y he vuelto a nacer.   



             ¿QUIÉN SOY YO?
                       
                        Soy un superviviente de mí mismo.
                        El mí mismo ya ha muerto
                        o no ha nacido.
                        Me protege del frío
                        el gastado sudario de mi cuerpo.

                        Yo soy todas las cosas
                        y ninguna.
                        Soy todos los sonidos
                        y el silencio.
                        Soy una campanada
                        en el vacío,
                        el sueño de una mente
                        enamorada.

                        ¿Que quién soy yo?,  preguntas.
                        No soy nada.




ÁNGEL GONZÁLEZ

Escribir un poema: marcar la piel del agua.
Suavemente, los signos
se deforman, se agrandan,
expresan lo que quieren
la brisa, el sol, las nubes,
se distienden, se tensan, hasta
que el hombre que los mira
- adormecido el viento,
la luz alta -
o ve su propio rostro
o - transparencia pura, hondo
fracaso - no ve nada.


     Y TÚ Y YO FRENTE A FRENTE

            Un amor en la sombra
Del recuerdo dormido.
Caricias que no fueron,
Besos que se escaparon
Por resquicios del alma.
Y tú y yo frente a frente
Ante la inmensidad de parejas de cuento,
De romances soñados,
De voces de ultratumba
Que protestan anhelos
Que nunca se cumplieron.
Y tú y yo frente a frente
Sin podernos hablar,
Rozando con los dedos
El éxtasis,
La gloria,
Aspirando el aliento
De un Eros moribundo.
Y tú y yo frente a frente
Soñando la utopía,
Danzando con la muerte.



LA MUJER INMOLADA


       Hace tiempo que me enamoré de la Venus de Botticelli. Nada más perturbador que su mirada melancólica, lejana, cargada de la nostalgia de un paraíso recién abandonado para llegar a la playa de la realidad. Años más tarde descubrí los cuadros de Nastagio degli Onesti en el Prado y sospeché con horror que era ella, la Venus, Simonetta Vespucci, sempiterna modelo de Sandro, la que yacía despedazada por los perros en terrible e inacabable tortura.

      No está claro si la creación de El Nacimiento de Venus es anterior o posterior en el tiempo a La Historia de Nastagio degli Onesti. Botticelli se inspiró en un cuento del Decamerón de Bocaccio para realizar las cuatro tablas. En cualquier caso ambas obras fueron creadas alrededor de 1483, años después de morir la modelo de Botticelli. 

          Nastagio está enamorado de una mujer que lo rechaza y pasea desesperado por el bosque, cuando se desarrolla ante sus ojos una escena de pesadilla. Un jinete persigue a una joven medio desnuda, le arranca el corazón y se lo arroja a la jauría de perros que lo acompaña. Le cuenta a Nastagio que el rechazo de esa mujer lo empujó al suicidio, más tarde ella murió y ambos fueron castigados: él por quitarse la vida, ella por no ceder a su reclamo amoroso. La penitencia consiste en repetir todos los viernes la persecución y muerte de la infortunada joven. Nastagio entonces tiene la "feliz idea" de disponer el siguiente viernes una comida en ese lugar e invita a distintos amigos, entre los que se encuentra la dama de sus sueños. Mientras se celebra la fiesta, vuelve a desarrollarse la fantasmal y dramática escena ante los ojos aterrorizados de los comensales. En consecuencia, la amada de Nastagio, temiendo correr la misma suerte que la joven de la visión, acepta el casamiento que antes rehuía. Esta historia plasmada de un modo secuencial, casi cinematográfico, en las cuatro tablas de Botticelli, desmiente la gloriosa libertad de la Venus nacida de la espuma del mar. La mujer, que en El Nacimiento de Venus adquiere categoría de diosa, en La Historia de Nastagio degli Onesti es una especie de animal al que hay que sojuzgar y cazar.

       Han pasado más de cinco siglos y los crímenes y el maltrato de género continúan. Las distintas iglesias, incluida la católica, niegan derechos y dignidad a la mujer. Yo me pregunto: ¿sigue siendo una utopía su liberación? ¿Hasta cuándo se continuará arrojando a los perros el corazón de las mujeres?





LA HUIDA

          

Le gustaba mirar el beso de la luna,
El brillo de las velas,
Los destellos del agua.
Hablar con los ancianos, con los yonkys perdidos,
Con los mil expulsados del mundo y de la vida.
Con el árbol
Elaboraba idilios como una madre amante,
Se abrazaba a su tronco, bebía de su savia.
Sabía susurrarte palabras de consuelo
Con ojos taladrantes hasta el alma.
Y el rocío
Le mojaba el cabello como una ducha tibia
Que luego el sol acariciaba al alba.

Las estrellas pendían de su techo,
Eternas luminarias,
Dando luz a sus sueños,
Libertad a su vuelo.
Y el cazador onírico
Desde su cabecera
Iba abriendo el camino de su huida.