¡DESPERTAD!


Cuando nos quejamos de la época que nos ha tocado vivir, olvidamos que la marcha del mundo la realizamos en nosotros mismos y en la relación que mantenemos con lo que nos rodea. Cualquier guerra es nuestra propia guerra interior. Y si no firmamos la paz en nuestra mente, no hay posible armisticio. Los atropellos que cometen unos seres contra otros y el divorcio del hombre con lo que le rodea han dado como resultado la destrucción del planeta y genocidios e injusticias sin cuento. En este momento la humanidad vive una espiral de violencia; la naturaleza misma se defiende de las agresiones a la que la sometemos con desastres, tsunamis y terremotos. 

En el mal llamado primer mundo, los derechos, que con tantas dificultades conseguimos en nuestra historia reciente, son arrebatados a golpe de decreto por espurias e incomprensibles razones. Y en el resto del planeta el individuo es pisoteado y humillado, porque para el poder ni siquiera existe. Vivimos en directo y a diario abusos, muertes y catástrofes, revestidos de una coraza que nos insensibiliza frente al dolor de los otros. Hundidos en una especie de sopor, frente a nuestro televisor, presenciamos dramas ajenos como si de un telefilm de sobremesa se tratase. Solemos excusarnos con las frases de: “Yo no puedo arreglarlo, yo no puedo cambiar el mundo”. Sin embargo lo que presenciamos es nuestro propio drama, nuestra propia incapacidad de arreglar las cosas, nuestro egoísmo, nuestra codicia o crueldad.

Ha llegado el momento de sentirnos corresponsables de todo lo que ocurre. El hambre de los otros es nuestra propia hambre. Su saqueo y su padecimiento también son los nuestros.

No cerremos los ojos, amigos. No sigamos dormidos. Ha llegado el momento de despertar. 

Mañana puede ser tarde.
                      

CRUELDAD

Es una crueldad
en jaulas encerrar la libertad.

Cortar las alas
del ser que en su aventura
llegar podría al cielo,
dinamitar el pensamiento a golpes
de la criatura que va a despegar,
es una crueldad.

Es una crueldad cegar los ojos
del invidente que pretende ver,
poner mordaza al grito,
veto a la risa,
o maniatar la mano que comparte el pan.

Es una crueldad
asfixiar ilusiones y acotar los caminos,
enumerar las almas,
uniformar las mentes
y envenenar el aire de insolidaridad.

                     Es cruel el vano intento de los hombres
   de ocultar a los otros la verdad.           

EL MIEDO

            A los siete años ella tenía un enemigo irreconciliable: el miedo. Jamás le había visto la cara, pero se sentía cercada por sus múltiples piernas, a punto de ser aplastada por sus pies enormes. Tal vez la razón de esa óptica es que él era mucho más alto. Sin embargo, aunque hubiese conseguido crecer tanto, el miedo era más joven. Había nacido hacía tres años, al llegar su hermano al mundo, justo cuando a ella se la expulsó de la habitación de sus padres para dormir en un cuarto solitario donde, además del miedo, había hecho su aparición el insomnio. En el invierno temía ser atacada desde el armario entreabierto y, cuando el calor apretaba, el miedo jugaba a crear sombras amenazantes con los visillos de la ventana. Entonces ella cerraba los ojos y se ocultaba bajo las sábanas, pero era un débil refugio para enemigo tan poderoso. Algunas veces le oía hablar, o más bien gritar con muchas voces a la vez, lo que convertía su discurso en un galimatías ininteligible.

            Un día decidió plantarle cara. En pleno mes de enero se lanzó al suelo descalza y abrió de par en par las puertas del armario. ¡No había nadie! Volvió a la cama tiritando y pronunció muy quedo para no despertar a la familia, pero con tono enérgico: ¡Miedo, no existes! Y consiguió dormirse, nada más apoyar la cabeza en la almohada, y el temible enemigo no volvió a molestarla.

            Han pasado muchos años y ahora el monstruo se esconde en la televisión, en los periódicos y en los discursos políticos que, emitidos con distintas voces, resultan tan incomprensibles como los que el miedo pronunciara entonces. Ella sabe ya que el peligro consiste en dar credibilidad a lo que ve y escucha porque, si lo hace, volverá a esconderse bajo las sábanas, cerrará los ojos y se paralizará, que es lo que siempre persigue el miedo. Por eso cada día se planta ante las amenazas de condenas inevitables y apocalípticas y grita fuerte para molestar a los que duermen: "¡Ya es tiempo de despertar!".

            Y sigue abriendo puertas de armarios entreabiertos. Y sigue denunciando las mentiras. Y sigue mirando a los ojos al miedo, aunque este la denuncie por escrache. Y, mientras las fuerzas se lo permitan, va a seguir gritando.  



IN MEMORIAM





Te fuiste tan deprisa, 
que no me dio ni tiempo de decirte un adiós.
Ni tiempo de besarte, 
ni tiempo de entregarte un pequeño recuerdo 
para reconocerte, 
para poder hallarte 
entre los que se fueron y perdieron su rostro, 
para recuperarte, 
para desanudarte la pesada mordaza 
que supone el olvido. 
Y volver a tenerte, 
y volver a estrecharte, 
volver a hablar contigo con los ojos del alma 
sin precisar palabras. 
     
Te fuiste tan deprisa, 
que parece mentira que ya no estés aquí, 
que no estés escondida en un simple destello, 
disfrazada de encina, 
u oculta entre la niebla del nuevo amanecer. 
Desmigada en las cosas, 
disuelta en los sonidos, 
brillando en la pupila de algún niño 
o en el pujante brote de los bulbos en flor. 

Te fuiste tan deprisa, 
tan rauda fue tu huida, 
que empiezo a sospechar que fingiste tu marcha 
para poder quedarte, 
para así entronizarte, 
para perpetuarte viva en nuestro interior.

¿Esos personajes que salen tanto en los medios habrán leído esto?

"He visto fracasar varios intentos
de conquistar y manipular el mundo.
El mundo pertenece al espíritu,
por lo tanto, no debe ser manipulado.
Quien lo manipula, lo corrompe,
quien pretende conservarlo, lo pierde.
Las cosas, ora preceden, ora siguen. 
Algunas son como un soplo cálido,
otras, como un viento frío.
Las cosas, ora son fuertes, ora débiles,
ora flotan, ora se hunden.
Por eso, el Sabio evita
todo exceso de cantidad,
todo exceso de medida
y todo exceso de forma".

TAO TE KING



EL TAO

Fui en busca de la Muerte y apareció la Vida.
No me encontré con cráneos ni guadañas
con que nos asustaron desde épocas remotas.
Solo hallé verdes prados y tranquilos arroyos
cual cantaba David en uno de sus salmos.
Tampoco había infierno, ni purgatorio o cielo.
Nadie tocaba cítaras ni tañía arpa alguna,
pero al viento elevaba el silencio sus notas
y el rostro me rozaron las alas de algún ángel.
Entonces a mi oído llegó un dulce susurro:
¿Por qué vas tras la muerte
si no hay fin ni principio,
si todo lo que existe es tan solo el camino
que conduce a la Vida?





PERMANENCIA

En un rincón del alma
o del espacio-tiempo, quién lo sabe,
quedan aquellos besos escondidos.
El sabor de sus labios en los tuyos,
prometiendo delicias
que nunca se cumplieron.
Allí siguen sus ojos,
empañados de lágrimas
en vuestra despedida.
Imaginarias lágrimas, quizá, 
que fueron arrastradas
por la corriente rápida del río de la vida.
Y el aleteo dulce de su voz,
camuflado en el lecho de tus células,
sigue aún cautivándote,
mintiendo,
grabados para siempre
sus ecos en las ondas.