EL TREN



Viajo en un furgón sin billete de vuelta
como alma peregrina.
No veo el exterior,
me lo impiden los rostros reflejados
en el vaho nostálgico de las ventanillas.
Rostros sabios, afines, venerados,
imbuidos de la serenidad que proporciona
desvelar los secretos del trayecto.

Hace tiempo que vi desiertos calcinados
por absurdos errores,
pero también me hundí en algarabías
y caminé por vagones ajenos,
en una soledad desguarnecida,
viendo escapar el agua entre mis dedos.

En feliz coyuntura trastorné voluntades
o me quedé prendida de pupilas erráticas.
Y me embrujó la luna,
rozándome los labios con su escarcha.
Huyo de la añoranza
y de las instantáneas disgregadas
por el efímero mapa de mis células.
Nunca he buscado aplausos ni apretones de manos,
y con mucha frecuencia
he cambiado el long play que conduce mi danza.

Hoy me acompaña un blues de inasequible olvido,
que repite te quiero al ritmo de las ruedas
con un alegre eco de voces infantiles.
No espero ni acumulo honores ni equipaje.
Confieso que he vivido, como dice el poeta,
y la noche callada se aparta de puntillas
para dar paso al alba.





                   
YO SÉ


Yo sé que estás ahí, aunque te escondas,
aunque apenas te exhibas con el alba.

Lo sé porque he sentido tu caricia
como una lluvia fresca de verano,
que sorprende al transeúnte sin paraguas.

Y a veces en los ojos que se apagan,
como ese sol que se duerme en la tarde,
me ha llegado tu soplo, tu murmullo,
aquietándome el alma.

Querría desterrar opacidades
de mis pesadas células,
pasar por ese arco de metales
de humanas aduanas
sin ruido, sin alarmas, sin señales,
y olvidar mi equipaje de vilezas
para rozar las nubes.

Ir en un ala delta sin billete
y atrapar con mis manos las estrellas.



LA TIENDA DE LOS DESEOS


            Con esto de la mal llamada crisis, (prefiero usurpación o fraude), pequeños negocios a pie de calle aparecen y desaparecen como esas pequeñas flores de primavera que nacen al borde de los caminos o se abren paso en el asfalto por la fuerza obstinada de la vida. Un pequeño puesto de artesanía es sustituido por una tienda de ropa usada, (used clothing queda más fino), o simplemente un establecimiento de comidas para llevar, casi sin transición, pasa a ser un locutorio.
            El negocio más insólito me lo encontré ayer mientras paseaba a mi perro: "La tienda de los deseos", rezaba el cartel que habían colgado en la entrada. El público formaba una larga cola que daba la vuelta a la calle y un hombre con turbante y caftán, sentado ante una mesita en la entrada, repartía las entradas. "A veinte euros", proclamaba de vez en cuando como un charlatán de feria.
            No me gustan las ferias ni las masas deseosas de ver a mujeres barbudas, pero me detuve un momento para observar a la clientela que aguardaba pacientemente en la entrada de un sitio tan extravagante. Era de lo más heterogénea: Jóvenes, de esos calificados por nuestros próceres como "perros flauta", mujeres maduras, peripuestas y perfumadas, ejecutivos cargados con sus portafolios, amas de casa con el carrito de la compra y hasta un niño de unos diez años con un brazo escayolado.
            "¿Quiere entrar?", me preguntó con expresión maliciosa el hombre que repartía las entradas. Le contesté que solo pretendía saber en qué consistía aquello. "Quien entra ahí", me dijo, "consigue ejecutar su deseo. He inventado una máquina que potencia cualquier objetivo y lo hace realidad".
           No pude dejar de pensar en esa tienda. Me decía que era una vulgar patraña. Pero en caso contrario, que se realizaran los deseos de algunos personajes que conocemos podía ser tan peligroso como el invento de la bomba atómica .
          Hoy he vuelto al sitio y el establecimiento había desaparecido. En su lugar se abría una oficina de empleo. La cola era casi tan larga como la de ayer, aunque tenía más movilidad y los que salían lucían una esplendorosa sonrisa en su rostro. He preguntado a varios y sí, todos habían conseguido un contrato de trabajo.
            
        Creo que es imprescindible encontrar al hombre del turbante. 



LLAMA ARDIENTE

             
                        El cedro y yo fuimos llama una vez.
                        Llama ardiente que hizo hervir mi savia,
                        que coaguló su sangre enamorada.
                        ¿Cómo mezo mis ramas?
                        ¿Cómo oscilan sus brazos?
                        La Luz nos multiplica,
                        nos confunde,
                        desdibuja los límites
                        y funde en el invierno sus heridas de nieve.
                        El estallido de miles de cristales
                        anuncia su llegada y se levantan
                        las compuertas suaves
                                                                       del silencio.







Habría que vivir como espectador de la propia vida. Para añadirle el sueño que le diera conclusión. Pero uno vive y los otros sueñan tu vida. 



Voy a hablar de aquéllos a los que quise. Y solo de eso. 


"El primer hombre". Albert Camus


NO ME GUSTAN



No me gustan las cosas que se arrastran,

me inquietan las serpientes ondulantes.

Me repugna la procesionaria,

ese vulgar remedo de beatas hipócritas.

Me disgusta el gusano que se oculta

y busca el alimento bajo tierra

para morir, quizá, pisoteado

por botas embarradas al descuido.

No me gustan las almas

que se olvidan las alas,

enredadas en tramas de temores,

sin intentar acometer el vuelo

y explorar sin alarma el horizonte

donde nace la aurora.



Adoro el ancho mar, la cumbre inexpugnable,

transitar donde nace la utopía,

brindar con las estrellas en la noche

o lanzar al buen sol un ditirambo.

Dejar volar la mente sin lindes ni fronteras

y encontrar el Edén

como un audaz Pegaso.


LA ELECCIÓN, 2ª PARTE


          Empezaba a estar cansada de aquella investigación. Había indagado en la vida de múltiples parejas, intentando encontrar unos futuros padres. Pero a veces una pequeña mentira de la posible madre o un gesto de desprecio del padre bastaba para que fueran descartados. Actitudes hipócritas o reacciones violentas promovían inmediatamente su rechazo. Buscaba a dos personas coherentes, responsables en todo momento, y se daba cuenta de que quizá eso no existiera. Le traía sin cuidado la posición social, la raza o la belleza de ambos, pero no estaba dispuesta a transigir con la más mínima falta de integridad. Para acometer la labor de educar a un hijo le parecía indispensable la honestidad. La vida de cualquier individuo dependía de las enseñanzas recibidas en su infancia.
       El tiempo no tenía secretos para ella. Desde una posición privilegiada podía contemplar acontecimientos que aún no se habían producido. Y viajando a lo largo y lo ancho de un mundo del futuro descubrió de pronto a aquel ser. Le parecía que lo conocía de siempre. ¿Había coincidido en otras ocasiones con él? Exactamente no lo recordaba pero, al contemplarle, un enervante sentimiento de amor recorrió su alma y sus dudas se desvanecieron como por ensalmo. Proximidad, se dijo. Era lo único que necesitaba para volver a estar junto a él.
      Y se hundió en aquel vientre que la esperaba acogedor, de forma incondicional. Y mientras se configuraban sus células, comprendió que el amor podía corregir cualquier carencia, cualquier error, cualquier adiestramiento equivocado. 
           Y, solo para encontrarle, volvió a la vida. 




2ª Parte de "La elección", (6 de febrero de 2013)  



LA ESCENA

´
Nuestros labios se quedaron mudos

antes de ser sellados por los besos

en la escena del tiempo.

Nuestros cuerpos se reconocieron

en un mismo latido de mil vidas antiguas.

Y flotamos ingrávidos, ceñidos, indistintos,

en un clímax idéntico,

por nebulosas algo disgregadas

en el multiuniverso.

Y deseamos que se detuviera

el reloj de la vida,

que el telón no cayese ni los aplausos

 nos desintegrasen como un misil perverso.

Y soñamos despiertos, sin palabras,

mimando la existencia

frente a un público atónito.

Auditorio inconsciente,

que seguía la trama sin saber

que estaba presenciando

el guión de su vida.


DESPUÉS DE SU ESCAPADA

Después de su escapada
es capaz de aceptar todas las muertes.
Sin entender el juego de la vida
observa su girar atentamente.
Nacer para morir,
morir para nacer en un suspiro.

Se despereza el brote de la primavera,
se deshielan los fríos,
los trinos de mil pájaros estallan,
el torrente deslumbra al sol nacido.
Todo palpita y corre hacia su ocaso
alegremente, sin ningún cuidado,
un juego divertido de escondite,
la eterna pirueta de los hados.

¿No piensa la amapola?
¿No siente nada el ave?
¿No lamenta la flor durar tan poco
ni llora el árbol sus desnudas ramas?
Puede el polluelo estrenar plumas nuevas
y ser distinto el llanto del nacido,
presumir la paloma del primer aleteo,
o el pequeño león ensayar su rugido,
puede el frutal exhibir su trofeo
del dulce adorno para él desconocido.
Mas todos se equivocan.
Han olvidado su paso por la vida
con diferentes ropas y sonidos.
Es el mismo polluelo el que se esfuerza
con nuevo brío a perforar el huevo,
el mismo niño el que absorbe asombrado
el eterno fluido de unos senos,
el mismo hielo se transforma en agua
y el mismo sol renace cada día.
Todo muere y despierta,
y aun dormida, la vida
en lo más hondo de la tumba alienta.

¿Cuántas veces sus pasos
hollaron los caminos?
¿Cuántas veces su coche
 patinó en un descuido?
¿Cuántas veces sus lágrimas
se mezclaron con risas,
o contempló aquel rostro
largos meses soñado?
Ella está aquí y ha cerrado los ojos para siempre,
se va ya y no ha nacido.

Después de su escapada
es capaz de aceptar todas las muertes.



Tu única obligación
en cualquier período vital
consiste en ser fiel a ti mismo.
Ser fiel a otro ser o a otra cosa
no sólo es imposible,
sino que también es el 
estigma del falso
             mesías.



Richard Bach


CUATRO PUNTOS 
                    
                        Detrás de mí, el abismo
                        de la nostalgia.
                        Delante, el vértigo
                        del deseo y la incógnita.
                        Bajo mis pies,
                        la urdimbre de mis actos.
                        Y sobre mí, la luz que guía
                        mi destino ya escrito.
                        Son cuatro puntos
                        que hacen mi espacio-tiempo
                        perdurable.







EL VIAJE

Me muevo por el mar de la existencia
como una pobre barca a la deriva.
Tuve que capear mil tempestades
hasta quedar golpeada, maltrecha
y varada en la orilla.
También bogué acunada por la brisa
hasta islas de corales
y, burlada por el sol en el agua,
me sumergí, para buscar tesoros,
en las profundidades.
Intenté bucear en el secreto
de fondos abisales
y no encontré caudales ni cofres escondidos,
solo ilusiones rotas
e ideas herrumbrosas
dentro de galeones naufragados.

Mis redes fueron remendadas mil veces,
y yacen enrolladas
en el fondo del casco.
El mistral del invierno me propulsa
a un horizonte ambiguo,
que adivino en la niebla.
Mi barquilla hace agua,
quizá vuelva a anegarse mas no importa.
Al dejar de escuchar los cantos de sirenas,
supe que lo esencial no es la llegada
                                y comprendí, 
como un nuevo Odiseo,
que el único secreto se oculta en el viaje.








LA EXPULSIÓN DEL PARAÍSO



"¡Parirás con dolor! ¡Ganarás el pan con el sudor de tu frente!", les dijo el Demiurgo en plan vengativo porque sus creaciones pretendieron pensar, tener opinión propia, discernir. Y se les acabó el Paraíso, la comida gratis y un techo donde cobijarse sin tener que pagar alquiler ni hipoteca. Aquello fue un desahucio en toda regla. Adán y Eva, los dos en cueros vivos porque en Bangladesh aún no se fabricaba ropa barata, tuvieron que cubrirse con unas simples hojas de parra y buscar acomodo en otro territorio.

Tras incontables amaneceres, nuevos adanes y evas fueron creando su propio mundo, derramando sangre, sudor y lágrimas para cumplir el castigo que se les había impuesto. En el camino quedaron Espartacos, Hipatias y Giordanos, que prefirieron morir antes que renunciar a sus ideas. El poder los aplastó muchas veces, pero siempre alguno de ellos recogía la antorcha que el anterior dejaba. No se les regaló nada ni su marcha fue homogénea. Pero en algunos lugares, con mil esfuerzos, consiguieron un mundo que si no era un paraíso, gozaba de una buena sanidad, de escuela para todos y hasta de una cierta dignidad en sus vidas a través del trabajo.


Hoy, el dinero, un dios más implacable aún que aquél de la leyenda, lucha por despojarles de todo, intenta devolverles a su condición de esclavos, quiere desahuciarles de sus propias vidas. 


No podrán conseguirlo. Los adanes y las evas de hoy conservan impreso en su ADN el dulce sabor de la manzana robada en el Paraíso.

El sabor de la libertad.