AYLAN 

No llevaba en sus manos ningún arma
ni su pequeña boca profería insultos.
No conocía el odio ni el desprecio
y tampoco adoraba a dioses belicosos.

Ensayaba sus pasos en la vida,
descubría los besos maternales
y las alegres nanas de los pájaros. 
No albergaba rencores
ni disfrutó jamás de una venganza.

En un tiempo cubierto de ceniza,
en un tiempo de olvidos y deseos triviales,
de mezquindad e indiferencia cómplices,
su corazón, ya terciopelo pálido,
sigue acusándonos frente al mar inhóspito.










LA VIDA


Lo que importa es la Vida,
la Vida con mayúscula porfía,
la Vida que socava los terruños
y da vigor al trigo.
Es insignificante el vestido que escoja,
gacela o amapola, un manantial o estrella,
un hombre o una bestia son lo mismo.

La Vida puede ser gloriosa o miserable,
un vómito de hiel en la penumbra
o un triunfante arco iris en las nubes
de rosados azúcares.
Es una flecha hendiendo la nada y el silencio,
que acierta en la diana del enigma,
una fuerza imparable,     
un dios desconocido,
la mismidad vestida de esperanza.
MEDITACIONES



Si hurgo en mi mente
y esquivo pensamientos y recuerdos
como Ulises los cantos de sirenas,
si camino despacio
con los brazos tendidos en lo oscuro
para no despeñarme de la vida,
arribaré sin duda,
inevitablemente,
al Alfa y al Omega,
que es génesis cilíndrica.

Y allí podré tranquila contemplarme
sin el peso fugaz de la existencia.
Y tenderé mis nadas
en el negro infinito del espacio vacío.
Y volverá la luz perfecta, inmaculada,
a decirme al oído:
Viajera sin nombre, ya has llegado,
está en ti
todo lo que buscabas.


LA FOTOGRAFÍA


La imagen congelada de la fotografía
me mira con mis ojos de otro tiempo
y se hace la inocente.
Finge no saber nada
de aquello que le espera.

Y sin embargo busca la muerte en el volante,
la muerte en cementerios,
caídas, atropellos de los que sale indemne.
No hay quien pueda conmigo,
tengo baraka, dice.

Y ríe con mi boca de otro tiempo,
teñida de alegría,
y su gesto, mi gesto de otro tiempo
es pintado con trazos de esperanza.
Ojalá no suceda aquello que está escrito.

Y allá, en lo más profundo de mí misma,
ese ser que carece de ojos y de boca,
ese ser que jamás fue bautizado,
que no tiene raíces y a nadie pertenece
me dice en un susurro:
Tranquila, no te inquietes,
el destino es tan sólo un trayecto de tren
con reserva de plaza,
y ahí tan sólo viaja
la imagen que figura en la fotografía.

  
LOS DÍAS DEL PASADO




Eran días aquellos carentes de memoria
de bombas asesinas y besos suicidados
desde las azoteas.

Eran días de acíbar y de libros prohibidos
y de litros de sangre congelada
en las tapias de las sacramentales.

Eran días que estaban cubiertos de ceniza,
con el hambre horadando las esquinas del alma
y los estraperlistas llenando las alforjas
con pesetas roñosas y con sueños perdidos.

Eran días teñidos de sombríos temores,
sólo roto el silencio por los cantos de iglesia
y los ruidosos golpes de botas militares.

Sin embargo la muerte llamaba sólo a otros,
estrenabas zapatos en domingos de Ramos
y escondías los dientes para un ratón espléndido.
Rebuscabas armarios en busca de secretos
de los que nadie hablaba,
y lo mismo que Celia le sacabas el brillo con las bragas
a las puertas del cielo.

Pero a pesar de todo,
a pesar del candor y la ignorancia,
a pesar de que sólo se murieran los otros
y vieras refulgente la entrada al paraíso,
no querría volver ni siquiera un instante
a vivir la mentira de unos días cautivos

que no fueron de vino ni de rosas.