UNA ESTRELLA FUGAZ


Yo he visto el parpadeo de una estrella fugaz,
su estela me acompaña a través de la lluvia
porque hasta el cielo extraña su presencia y su brillo.

Una estrella en mil noches de insomnio y pesadillas
que ha dejado en la sombra mi casa de la infancia.
hay ecos de canciones, de disfraces, de risas,
más la llave oxidada no abrirá más las puertas
de cuartos y jardines.

Y el horizonte yermo se extiende ante mis pies
sepultando las ruinas de noches de disfraces,
del amigo invisible, de niños y de abuelos,
de besos, de canciones, de libertad sin ira.

Callad.
La infancia duerme.
Dejad que me acurruque en los recuerdos.


EL OTOÑO



Ha llegado el otoño con su manto de olvido.
Caen recuerdos de infancia,
amarillentos y desordenados.
Ha llegado el otoño con su color de sangre,
con sus sandalias rotas,
y nostalgias de auroras encendidas.

La luz cierra los ojos ya saciada,
y el corazón del niño
lleva ya mil remiendos y retoques
por que siga tirando.

Mi tronco del Brasil,
ese que me consuela con sus flores
y anuncia despedidas,
exhibe un nuevo adorno
en su melena verde.
Se repiten los ciclos interminablemente.
Vida y muerte se alternan
y yo sigo expectante.


QUÉ QUEDARÁ DE MÍ



¿Qué quedará de mí cuando me vaya?
¿Un recuerdo, unas letras,
o más bien una nada sin luces y sin ruido?

¿Qué quedará, cuando el débil destello
que anuncia la mañana no lo vean mis ojos?
Quizá el mundo, mi mundo se colapse,
y haya otro mundo justo e inocente.
Quizá esa confusión que yo percibo
agonice a la vez que mi mirada.

O tal vez, ¿por qué no?, siga el globo girando
y vague el ser humano como siempre
sin reposo y sin rumbo,
y persistan de modo interminable
preguntas reiteradas sin respuesta.

Yo no preguntaré.
No preguntan las cáscaras vacías.


PALABRAS



Hay palabras que perdieron sus letras
y las ideas que expresaban
se esparcen por el cosmos
deshilvanadas, mezcladas, inconexas.
El silencio las busca, las atrapa,
resuenan en las mentes
de las noches sin sueño.

A veces, al marcharse, llevan entre sus trazos
pedazos de mi ser deteriorado.
Dejan de mi persona poca cosa:
nubes de identidad,

alguna luz casual entre las sombras.




LA REALIDAD

Ulises escuchaba a las sirenas.
Voces inexistentes del deseo y la culpa.

Y yo escucho las voces de los niños.
Los gritos de terror.
La voz de la injusticia y la denuncia.


Tan real.
Innegable.

 Escapé de los tigres, alimenté a las chinches,

            comido vivo fui, por las mediocridades. BERTOLT BRECHT  



EL MIEDO PARALIZA LAS SONRISAS



                                                       El miedo paraliza las sonrisas
y muda el agua fresca de las fuentes
en torbellinos rojos de sangre derramada.
El Golem que creó la vulgar avaricia
siembra de pánico mercados y avenidas.

Y entonces dices sí, bajando la cabeza,
y sabes al momento
que quizá has muerto un poco,
que el virus de la ruina te vacía el cerebro,
y siembra de carroña tus entrañas.

Y la bota inclemente te aplasta la garganta
y te impide gritar y escondes la cabeza
por no verla,
y crees que estás hundido y sin remedio.

Pero no desfallezcas,
puedes sobrevivirte igual que el Ave Fénix,
salir del fango, alzarte de la nada que han creado.
Puedes permanecerte
en esa alma rebelde de la infancia,
y crear otro mundo,
y echar el miedo inútil a los perros.
Puedes alzar altivo la cabeza y recobrar la marcha
de quienes derribaron 

aquello que llamaron lo imposible.


EL MISTERIO 




Nadie supo explicarme qué fue esa luz ardiente
que iluminó mi alma y convirtió mis venas escarlatas
en una espesa esencia de color esmeralda.

Nadie supo explicarme el vuelo de unos pájaros
instalados de pronto en el garaje
ni el dulce olor a rosas de una fonda gallega,
ni el tenue levitar tras unos besos,
ni los ojos llorosos de una mujer velada
en un patio desierto de la Alhambra.

Nadie supo explicarme
por qué surgió el amor en un vistazo,
y se hundió en el olvido con una simple frase.
Tampoco se me aclara
quién escribió una frase de trasfondo lorquiano
en una estrecha tira de papel.
No hay quién explique el júbilo del niño,
ni la desolación de los suicidas,
el estremecimiento de la piel al roce de unos dedos
o el odio repentino que enturbia las ideas.

Momentos enigmáticos
que se graban a fuego en los sentidos,
donde el fin y el principio
son tan solo veleidades semánticas.

Inútil el discurso donde el misterio asienta su morada.
EL DOBLE


El mal y el bien se alternan en mi alma
como un mayo voluble, juguete de los vientos.
Puedo ser hada buena que transforma
calabaza en carroza,
o una bruja perversa y rencorosa
que muda en alimaña la germinal belleza.

Puedes sacar de mí estrellas en un cielo de tormenta,
rosas de té en medio de las nieves
o versos que truqué de la chistera de un mago descuidado.
Pero también puedo exhalar azufre,
y marchitar las rosas con su efluvio
y apagar con mis truenos la cadencia más tierna de una nana.

Jekill y Hyde se alternan incansables
en la concisa anécdota de una biografía.
Somos solo respuesta, rechazos, armonía,
ángeles o demonios, reacciones fortuitas  

antes de disolvernos para siempre al paso de los días.  




INÚTIL

Es inútil decir
si lo hubiera hecho,
si lo hubiera cambiado,
si le hubiera dicho,
si yo hubiera sabido...

Son el nunca y el siempre
que se unen en el tiempo.
Lo imposible.
La ardiente frustración
de lo que ya no existe
ni se espera.

Nostálgica impotencia
por cambiar el pasado
y la pérdida vacua
de un futuro cercano.
Previsible. Sombrío.




MUNDOS



Hay mundos en que el sol no ha amanecido
y el mar es una valla en la autopista.
Mundos que han olvidado la ternura
creyendo que era inútil desperdicio.

Hay crueldades presas en la esclerótica
de un niño abandonado,
muertes santificadas por priostes traidores
que echaron en su hucha más de treinta monedas
y charcos en el suelo que apenas si reflejan
un cielo de tormenta.

Hay rosas que sepultan cuchillas asesinas
en sus pétalos lívidos,
y vergüenzas vestidas de domingo de Ramos,
como el niño que estrena unos zapatos nuevos.

Mundos desconocidos, familiares, ajenos,
armónicos o trágicos, pero siempre distintos.
Mundos encarcelados en lo más insondable
del corazón humano.


PLEGARIA



Madre, la tristeza me mira entre el barro
con los ojos húmedos de frío y nostalgia.
Nostalgia del sol, que asoma su cara entre los visillos, 

de un lecho caliente, del refugio que para mi sueño

son siempre tus brazos.


Madre, ¿dónde te has quedado?
Me dijiste sigue, que yo estoy cansada,
sigue que te espera
una nueva vida en un mundo libre,
sin bombas, con risas,
con amigos que abren sus brazos y casas.

Y yo te creí.
Te perdí de vista y seguí los pasos
de una multitud llena de esperanza.
Y ahora tengo frío, tengo miedo, madre,
porque aquí no hay casas, ni amigos, ni risas.
Hay golpes y gritos,
y aire que envenenan los dueños del mundo.
Ni siquiera hay casas y hasta el sol ha muerto,

hundido en un mar que no es Mare Nostrum,
sino mar de ellos,
que para nosotros sólo es sepultura,
cementerio húmedo sin flores ni lápida.









LA MEMORIA DE LA MELANCOLÍA


        No hay nada nuevo bajo el sol, el tiempo sólo lo baña con una luz distinta. Mezcla de otra forma sus colores, pero el fondo es el mismo. Leo "Memoria de la melancolía", de María Teresa León, que habla de los jóvenes airados de los años treinta del pasado siglo. Surgen Rafael y Federico, y se parecen tanto a los chicos del 15M, que se me plantea la duda de si no serán los mismos reencarnados. Jóvenes que gritan en boca de Alberti: "¡Viva el exterminio!" ante la mirada encolerizada, aterrada y vociferante de los de siempre, de esa España de charanga, pandereta y sacristía, que diría el maestro.



DESEOS



Quisiera yo gritar y que mi grito
pusiese boca arriba la indecencia.
Quisiera ser la gota que rebosa el océano
para limpiar la tierra de excremento.
Quisiera ser cadáver que desborda las tumbas
y detener así los genocidios.
Quisiera ser la luz que devuelve la vista
a quien tiene por patria la ceguera.
Quisiera ser memoria para olvidos tenaces
e insomnio pertinaz para la indiferencia,
y un sol nuevo para tanta penumbra,
y lluvia de un maná que sacie para siempre
el hambre de justicia.