PETICIONES






Los muertos nos ahogan,
atascan la salida de la casa,
nos acusan con los ojos abiertos
desde el fondo del mar que decimos que es nuestro.

La dignidad se esconde corrida tras sus lágrimas
y la infancia se cuela en mil barcas maltrechas
sin papeles ni pólizas legales
que avalen a la entrada.

Y mientras centenares de gritos indecentes
nos hieren los oídos con su odio implacable.
Son restos de pasados putrefactos,
henchidos de arrogancia,
saturados de miedos egoístas
y escrúpulos abyectos y humillantes.

Yo pido desde aquí ayuda a las conciencias
que no están aún lastradas por olvido o codicias,
ni por tibiezas y apatías varias.
Lanzo un grito de ayuda y de socorro
para los desdichados de bolsillos vacíos
y mentes atestadas de sueños y deseos
de una vida tranquila.

Pido la paz, hermanos, lo mismo que el poeta,
y la palabra amiga sin dudas ni excepciones
que excluyan o rechacen.
Exijo un mundo nuevo,
un acuerdo firmado con mayúsculas letras,
sin anexos tramposos,
sin añadidos estampados en sangre.
  



LA ESPERANZA
Si no creyera en la esperanza...
(Silvio Rodriguez)
Foto Gabriel Tizon


La pobreza se extiende como el vómito agrio
de una rata de iglesia ahíta de limosnas.

Llegaron los mil judas a cenar hipotecas 

regadas con el hambre de los niños.
Y llovieron los besos rebosantes de babas,
y se oyeron campanas que tocaban a muerto,
y el futuro cercano se envolvió
en un triste sudario de amargura.

Pero en medio del pecho
me nace, luna blanca, la esperanza.
Pequeña todavía, algo bisoña,
pero aguerrida y limpia,
repleta de promesas, de mañanas felices.

Una esperanza nívea que sepulta
en el lodo de ayer las ideas caducas.
Una esperanza renovada, firme,
que me arranca las costras de tristeza,
y moldea la arcilla del futuro
a las luces del cambio que amanece.










UNA ESTRELLA FUGAZ


Yo he visto el parpadeo de una estrella fugaz,
su estela me acompaña a través de la lluvia
porque hasta el cielo extraña su presencia y su brillo.

Una estrella en mil noches de insomnio y pesadillas
que ha dejado en la sombra mi casa de la infancia.
hay ecos de canciones, de disfraces, de risas,
más la llave oxidada no abrirá más las puertas
de cuartos y jardines.

Y el horizonte yermo se extiende ante mis pies
sepultando las ruinas de noches de disfraces,
del amigo invisible, de niños y de abuelos,
de besos, de canciones, de libertad sin ira.

Callad.
La infancia duerme.
Dejad que me acurruque en los recuerdos.


EL OTOÑO



Ha llegado el otoño con su manto de olvido.
Caen recuerdos de infancia,
amarillentos y desordenados.
Ha llegado el otoño con su color de sangre,
con sus sandalias rotas,
y nostalgias de auroras encendidas.

La luz cierra los ojos ya saciada,
y el corazón del niño
lleva ya mil remiendos y retoques
por que siga tirando.

Mi tronco del Brasil,
ese que me consuela con sus flores
y anuncia despedidas,
exhibe un nuevo adorno
en su melena verde.
Se repiten los ciclos interminablemente.
Vida y muerte se alternan
y yo sigo expectante.


QUÉ QUEDARÁ DE MÍ



¿Qué quedará de mí cuando me vaya?
¿Un recuerdo, unas letras,
o más bien una nada sin luces y sin ruido?

¿Qué quedará, cuando el débil destello
que anuncia la mañana no lo vean mis ojos?
Quizá el mundo, mi mundo se colapse,
y haya otro mundo justo e inocente.
Quizá esa confusión que yo percibo
agonice a la vez que mi mirada.

O tal vez, ¿por qué no?, siga el globo girando
y vague el ser humano como siempre
sin reposo y sin rumbo,
y persistan de modo interminable
preguntas reiteradas sin respuesta.

Yo no preguntaré.
No preguntan las cáscaras vacías.


PALABRAS



Hay palabras que perdieron sus letras
y las ideas que expresaban
se esparcen por el cosmos
deshilvanadas, mezcladas, inconexas.
El silencio las busca, las atrapa,
resuenan en las mentes
de las noches sin sueño.

A veces, al marcharse, llevan entre sus trazos
pedazos de mi ser deteriorado.
Dejan de mi persona poca cosa:
nubes de identidad,

alguna luz casual entre las sombras.




LA REALIDAD

Ulises escuchaba a las sirenas.
Voces inexistentes del deseo y la culpa.

Y yo escucho las voces de los niños.
Los gritos de terror.
La voz de la injusticia y la denuncia.


Tan real.
Innegable.